NOVENA EN SUFRAGIO A LAS AFLIGIDAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

 

(Para rezar en cualquier época del año y en especial del 24 de Octubre al 1 de Noviembre)

DÍA PRIMERO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

*MEDITACIÓN * EXISTENCIA DEL PURGATORIO

Punto Primero. -Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio. Así lo enseña la Santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad: así lo confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia no lo enseñase así ¿No lo dice bastante la misma razón natural?
Supongamos que sale de este mundo un alma con alguna culpa venial; ¿Qué hará Dios de ella? ¿La arrojará al infierno, y siendo su hija y esposa amadísima la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y bondad divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón está limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella Ánima? Ya nos lo dice por Malaquías: La pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es, y será así. Negar el Purgatorio, tan sólo poner en duda deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus culpas sigues amontonando leña para arder en el más terrible fuego?

(Reflexiona…)

Punto Segundo. -Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas Ánimas afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en la tierra, y las Ánimas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad, y mérito nuestro, bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo, después de su muerte, librar a aquellas Ánimas, y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella patria felicísima.
!Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh! ¡Que dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres Ánimas.
Haz, pues, cristiano, con fervor este santo Novenario. No faltes a él ningún día; ¿Quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que le niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca costa?

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Entre las muchas apariciones que confirman el dogma del Purgatorio y lo gratos que son a Dios los sufragios que ofrecemos por los difuntos, es muy notable la que tuvo el gran caudillo de los ejércitos de Dios, Judas Macabeo. Había este piadoso general derrotado a Gorgias, aunque no sin pérdida de varios soldados que murieron en la batalla, y conociendo, por las alhajas que se le encontraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en castigo de un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al ejército a que rogasen por aquellos infelices. Hizo una colecta, y reuniendo doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se ofreciesen sacrificios en sufragio de aquellas pobres Ánimas. Conducta admirable, que el Espíritu Santo alabó con estas memorables palabras: Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos, para que se les perdonen las culpas de sus pecados. Conducta que le alcanzó de Dios una insigne victoria, pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor, y venido con un crecidísimo ejército y gran número de caballos y elefantes, la víspera, cansado Judas de combinar el plan y de hacer los preparativos de la batalla, se queda dormido; cuando he aquí que se le aparecen el profeta Jeremías y el Sumo Sacerdote Onías, ya difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le dicen: Recibe esta espada santa como una prenda que Dios te envía: con ella abatirás a los enemigos de mi pueblo Israel. Animado con esta visión y armado con esta espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a treinta y cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.

ORACIÓN A JESUCRISTO CUANDO SUDABA SANGRE EN EL HUERTO

¡Oh Jesús amantísimo, alegría de los Ángeles y gloria del cielo! ¡Cómo os contemplo anegado en un mar de amargura en el huerto de Getsemaní! ¡Ay!, responde San Agustín, rogabais y sudabais sangre por las horribles penas que habían de sufrir las Ánimas en el Purgatorio. ¡Y que no pueda yo consolaros, oh Dios mío, y regocijar a la celeste Jerusalén, librándolas de tan terribles tormentos! A lo menos aceptad, oh Padre celestial, la tristeza y agonía que Jesús sufrió por ellas y por mí. Sí; por mí está su alma triste hasta la muerte; por mi causa bajó un Ángel del cielo a consolarle; mío este sudor, mía esta Sangre preciosa que baña la tierra. Yo os la ofrezco, oh Dios de amor; aceptadla en expiación de mis culpas y sufragio de las Ánimas. Y pues es sangre de valor infinito, dejad caer una gota sobre mi corazón y quedarán borradas mis culpas. Caiga una gota siquiera en el Purgatorio y se apagarán sus horribles llamas.
¡Ah!, No merecemos tan gran favor; pero que os mueva el afecto con que os saludamos, diciendo cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

En sufragio de las santas Ánimas tomar la generosa resolución de asistir al Novenario cada día.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA SEGUNDO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN SOBRE LA PENA DE SENTIDO EN GENERAL

Punto Primero. -Ven, mortal; tú, que vives como si después de esta vida no te quedase nada que temer, ni que esperar: ven; penetra con el espíritu en aquellos horrendos calabozos donde la Justicia divina acrisola las almas de los que mueren con algún pecado venial; mira si, fuera del infierno, pueden darse penas mayores, ni aun semejantes a las que allí se padecen.
Considera todos los dolores que han sufrido los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo; aquellos dolores de cabeza y de vientre tan agudos, aquellos tan rabiosos de costado y de muelas, aquellas convulsiones y contorsiones espantosas de miembros, aquella llagas y postemas insoportables, aquellos dolores de parto y males de corazón que han acabado con la vida de tantas personas; ¿igualarían todos estos males reunidos a los dolores que padece un Ánima en el Purgatorio? No, dice San Agustín; pues éstos exceden a todo cuanto se puede sentir, ver o imaginar en este mundo. Añadid a todos estos males los suplicios y tormentos que la crueldad de los Nerones, Dioclecianos, Decios y demás perseguidores de la Iglesia inventó contra los cristianos, aquellas tenazas y garfios de hierro con que les despedazaban, las carnes; aquellas parrillas en que los asaban vivos; aquellas herramientas (catastas y ecúleos) con que les descoyuntaban los miembros; aquellas ruedas de navajas y puntas de hierro, aquellas prensas y máquinas con que los martirizaban; todo este horrible aparato de dolores y tormentos cruelísimos ¿No igualarían al Purgatorio? Tampoco, dice San Anselmo, pues la menor pena de aquel lugar de expiación es más terrible que el mayor tormento que se pueda imaginar en este mundo.
Entonces, ¿Qué penas serán aquéllas? ¡Ah! Son tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que cualquiera de aquellas almas querría más ser atormentada hasta el día del juicio con cuantos dolores y penas han padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar un solo día en el Purgatorio sufriendo lo que allí padecen. Pues todos los tormentos y penas que se han sufrido en este mundo, comparados con los que sufre un alma en el Purgatorio, pueden tenerse por consuelo y alivio. ¡Quién no tiembla!

(Reflexiona…)

Punto Segundo – ¿Y quiénes son estas Almas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio? ¡Qué motivo este tan grande para hacernos temblar! Este es un tema profundo para hacernos reflexionar. Son obra maestra de la mano del Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas amadísimas del Señor; ¡y no obstante, son tan severamente purificadas! Dios las amó desde toda la eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama con un amor infinito, como que están en su gracia y amistad divina: ¡y no obstante sufren penas imponderables!
¡Ah! ¡El Purgatorio! ¡Cuán claramente nos manifiesta la justicia y santidad de Dios! ¡Cuánto horror debes inspirarnos al pecado! Porque si con tanto rigor trata Dios a sus almas amadas, por faltas ligeras, ¿cómo serás tratado tu, pecador; tu, que vives tantas veces abandonado al arbitrio de las pasiones?
Si con el árbol verde hacen esto, con el seco ¿qué harán? Si el hijo y heredero del cielo es castigado por faltas que a muchos parecen virtudes, ¿Cómo serás castigado tú, pecador y enemigo de Dios, por vicios y pecados tan horrendos y abominables? Piénsalo bien, y enmienda tu vida.

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Refiere Tomás de Cantimprato que, a un hombre muy virtuoso, pero que, a causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy deseoso de morir, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: “Dios ha aceptado tus deseos; escoge, pues: o pasar tres días en el Purgatorio y después ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el Purgatorio, pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad”. Eligió lo primero: murió y fue al Purgatorio. No había aún pasado un día, cuando el Ángel se le presentó de nuevo. Apenas le hubo visto aquella pobre Alma exclama; “no es posible que tú seas el Ángel bueno, pues me has engañado así. Me decías que sólo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que estoy sufriendo aquí las más horribles penas!” “Tú eres quien te engañas –contestó el Ángel–; todavía no ha pasado un día; tu cuerpo está aún por enterrar; si prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios te permite aún salir del Purgatorio y volver al mundo”. “Sí, Ángel santo –replicó–; no sólo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya en el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del Purgatorio”. Volvió, pues, a la vida y sufrió con admirable alegría un año más de aquella enfermedad, publicando a todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.

ORACIÓN A JESÚS PRESO POR NUESTRO AMOR

¡Oh Padre celestial! No me espanta el ver a vuestras amadísimas Esposas presas y tan severamente castigadas en el Purgatorio. Las infelices ofendieron un día a vuestra divina Majestad y pisaron vuestra ley santísima. Lo que me pasma es ver entregado por el traidor Judas y preso como un facineroso por hombres vilísimos e inhumanos ¿a quién? A Jesús, centro de vuestras complacencias infinitas. ¡Ah! le veo con una soga al cuello, tirado por tierra, atadas sus manos, cargado de oprobios y de cadenas. Mas por otra parte ¡oh dichosas cadenas! ellas son mi esperanza, y serán el consuelo y alivio de las benditas Ánimas del Purgatorio. Sí. Padre de clemencia; usad con ellas y conmigo de misericordia; y ya que Jesús se deja apresar para darnos libertad, aceptad las ignominias, injurias y golpes cruelísimos que padece por nuestro amor. Aceptadlas en remisión de nuestras culpas y en sufragio de nuestros hermanos difuntos; dadles la libertad, que con ansia esperan, para alabaros eternamente en el cielo. Amén.

Cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

Asistir mañana y todos los días que se pueda, al santo sacrificio de la Misa en sufragio de las Ánimas del Purgatorio.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA TERCERO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?

Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN SOBRE EL FUEGO DEL PURGATORIO

Punto Primero. – Considera, amado católico, el tormento que causa a las Ánimas el fuego abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del hombre, y efecto de la bondad divina, es ya el más terrible de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y murallas, derrite metales y ocasiona terribles estragos.
¿Qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene al pecado?
Es tal, dice San Agustín, que el fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado. Tanquam ignis de pictus. Dios mío ¡Qué expresión! ¡Las llamas que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y a tantas otras ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del cielo, hasta el diluvio de llamas que en tiempo de Lot llovió sobre las nefandas ciudades de Sodoma y Gomorra, todo esto es fuego pintado en comparación con el que atormenta a las Ánimas del Purgatorio! Ahora bien, si tener el dedo en la llama de una vela fuese para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento insoportable será para aquellas Ánimas sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San Gregorio, igual en todo, menos en la duración, al del infierno? Sí; escuchad bien, almas tibias, y estremeceos: Con el mismo fuego se purifica el elegido y arde el condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya satisfecho por sus culpas, y éste arderá allí eternamente. ¿Y en estas abrasadoras llamas quieres tú caer por tibieza? ¡Oh ceguedad! ¡Oh locura sin igual!

(Reflexiona…)

Punto Segundo. – Considera cuáles son las faltas por las que Dios, infinitamente bueno y misericordioso, castiga a sus amadísimas Esposas con tanto rigor, y veremos que son faltas leves, y a veces un solo pecado venial. ¡Y qué mal tan grave debe ser éste delante de Dios, cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio! En efecto; el pecado venial es leve, si se lo compara con el mortal, pero en sí es un mal mayor que la ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo: es un mal tan espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del mundo: es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudiésemos convertir a todos los pecadores, sacar a todos los condenados del infierno, librar a todas las Ánimas del Purgatorio, aun entonces no deberíamos cometerlo, pues todos estos bienes no igualarían la malicia del pecado más leve: porque aquellos son males de la criatura, y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Puedes oír esto sin horrorizarte y sin mudar de conducta? Pues ¿qué es tú vida, sino una serie no interrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con tus ojos, con tus oídos, con tú lengua, con tus manos, con todos los sentidos!!Cuántas culpas por la ignorancia crasa y olvido voluntario de tus obligaciones! ¡Cuántas indiscreciones por la distracción de tú espíritu; por la violencia de tú genio; por la temeridad de tus juicios; por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas faltas por no querer mortificarte, por no querer sujetarte, por tu ligereza en el hablar!
¡Ah! Llora, católico tu ceguedad; y a la claridad del fuego espantoso del Purgatorio, comprende, por último, ¡Cuán grave mal es cometer un pecado venial! ¡Pero, es un mal tan grande; y tú, lejos de llorarle, lo cometes sin escrúpulo a manera de juego, pasatiempo y diversión!

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Nada hace tan sensible la malicia del pecado venial como las muchas Ánimas, de que consta por varias y auténticas apariciones, que han expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de hablar, muy ligeras. Unas fueron condenadas a él por haber hablado en la iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según refiere Cesáreo; otras, como la hermana de San Pedro Damiano, por haber escuchado con
gusto una canción profana. Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa Mónica en tan buena opinión que encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; y a pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo, diciéndole: “Estoy ardiendo por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada vanidad”. Un religioso fue al Purgatorio, por no haber hecho inclinación de cabeza al decir Gloria Patri al fin de los Salmos; otros por estarse a la lumbre más de lo ordinario en tiempo de invierno; allá fue a parar San Severino por ciertas negligencias en el rezo divino; un niño de nueve años por no haber pagado o devuelto algunas tonterías que había tomado; quinientos años estuvo en aquel fuego un padre de familia por haber descuidado la buena educación de sus hijos; San Valero por haber favorecido demasiado a un sobrino suyo; y así de otros muchos.

ORACIÓN A JESÚS CONDUCIDO DE TRIBUNAL EN TRIBUNAL

¡Oh Padre amantísimo! cuando considero las innumerables ofensas que cada día cometo contra vuestra soberana Majestad, cuando me veo siempre iracundo, soberbio, vengativo, falto de virtudes y lleno de defectos y vicios, no puedo menos que temblar al postrarme a vuestros pies. ¿Y cómo me atreveré yo a interceder por las afligidas Ánimas del Purgatorio, siendo yo merecedor de penas más graves que las suyas? No obstante, me anima vuestro benignísimo y pacientísimo Hijo. ¡Ah! si le veis cargado de cadenas y conducido de tribunal en tribunal, es por mi amor; sí, a pesar de ser Juez de vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y falsos testimonios; si lo veis insultado, escupido, abofeteado y pisoteado, es por mi amor. Aceptad, pues, oh Padre amantísimo, la paciencia inalterable de mi dulce Redentor; aceptad su silencio, humildad y mansedumbre asombrosa. Estas virtudes confunden y condenan, es verdad, mi altivez, mis impaciencias e ímpetus de ira y de venganza; pero, por tan sublime santidad, perdonaréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, y purificándome de mis defectos y manchas, me transformaréis todo en Vos. ¡Oh! concededme estas gracias, Jesús mío benignísimo.

Y para más obligaros diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

Mañana procuraremos sufrir con paciencia, tanto los trabajos que Dios nos envíe, como las molestias del prójimo, en sufragio de las benditas Ánimas del Purgatorio.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA CUARTO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN SOBRE LA PENA DE DAÑO

Punto Primero. – Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las Ánimas en el Purgatorio, por espantosas que sean las llamas en que se abrasan, no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al verse privadas de la vista clara de Dios. En efecto; aquéllas constituyen la pena de sentido, ésta la de daño; aquéllas son limitadas; ésta infinita; aquéllas privan a las Ánimas de un bien accidental, cual es el deleite; por ésta carecen de un bien esencial a la bienaventuranza, en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios. Ahora no comprendemos esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita. ¡Ah! ¡Pobres Ánimas! Vosotras conocéis a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una luz clara y perfectísima; veis que es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas las perfecciones posibles, y en grado infinito; sabéis que si cayera en el infierno una sola gota de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra, bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más delicioso. Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os lanzáis hacia aquel Bien infinito con más fuerza que una enorme roca arrancada de la montaña que se precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante no le podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento! Absalón, privado solamente dos años de la amable vista de su padre David, vive desconsolado; nada le alegra: ni riquezas, ni amigos, ni delicias; continuamente suspira por verle, hasta llegar a elegir la muerte antes que verse más tiempo privado de su presencia, siendo su padre un simple mortal; ¡Qué será, pues, para vosotras el veros privadas de Dios, y con Él de todo bien, de todo consuelo y felicidad! Sería necesario sentirlo, para formarse una idea cabal y completa de estado tan horriblemente angustioso.

(Reflexiona…)

Punto Segundo. -Si tan terrible pena sienten las Ánimas, viéndose privadas del hermosísimo rostro de Dios, ¿Cuál debería ser tu desconsuelo, oh pecador, que vives privado de su gracia y amistad? Las Ánimas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están seguras de poseerle un día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy queridas. Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives, no poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el momento en que te rebelaste contra Él perdiste su gracia, y con ella la rica herencia de la gloria. ¡Y! ¿Cómo dices: Padre nuestro, que estás en los cielos? Te engañas: Dios ya no es tu padre, ni tu señor, ni tu rey. ¿Sabes quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es el demonio: Vos ex patre diabolo estis. A él te entregaste pecando, él es tu compañero inseparable; tú eres su esclavo. Si Dios rompiera el hilo delgado de tu vida, ¡ay! el demonio se apoderaría de ti y arrastraría su presa al fuego del infierno. ¡Ay! ¿Crees pecador, y no obstante duermes tranquilo? Dios todopoderoso es tu enemigo, tiene firmada contra ti la sentencia de condenación eterna; ¿Y tú, en lugar de borrarla con una buena confesión, juegas, ríes, te diviertes, pasas días, meses, años y la vida entera en el pecado? ¡Oh deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto irracional!

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Refieren varios autores que estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?” –Preguntó el religioso–. “Soy –respondió– el pintor que murió días pasados, y dejé cuanto había ganado para obras piadosas”. “¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?” –Volvió a decirle el religioso–. “¡Ay! –contestó el difunto–; en el tribunal del supremo Juez se levantaron contra mí muchas Ánimas, unas que padecían terribles penas en el Purgatorio y otras que ardían en el infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias de un caballero. Por fortuna mía se presentaron también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud, que después me había arrepentido y cooperado a la salvación de muchas almas, pintando imágenes de Santos; y por último, que había empleado lo que había ganado, a fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad. Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que los Santos interponían sus méritos, me perdonó las penas del infierno, pero me condenó a estar en el Purgatorio mientras dure aquella pintura. Avisa, pues, al caballero aquel, que la eche al fuego; y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba de que es verdad lo que digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos”. Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojó al fuego la imagen escandalosa. Antes de dos meses se le murieron dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los daños ocasionados en las Almas.

ORACIÓN
A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y POSPUESTO A BARRABÁS

¿Qué decíais, oh Ángeles del cielo, cuando veíais a la Majestad y Sabiduría infinita tan vilmente despreciada en casa de Herodes y en el pretorio de Pilato? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús mío, vestido de ropa blanca y tenido por loco! ¡Vos, Rey de cielos y tierra, conducido así por las calles de Jerusalén, cargado de oprobios e ignominias! ¡Vos, el Hijo de Dios, pospuesto al más vil facineroso! Pero ¡ay de mí! ¡Yo también os he tratado de necio, prefiriendo las locas máximas del mundo a vuestra ley sapientísima! ¡Yo también ingrato os he abandonado y pospuesto a un vil interés, a un sucio deleite, a un mínimo de honra por un miserable qué dirán! ¡Ay!, Yo merecería estar por siempre privado de vuestra presencia amabilísima; pero, ya que por mí sufristeis escarnios tan crueles, tened compasión de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio. Sí, Jesús mío; por esas vuestras ignominias curad mi loca vanidad y soberbia; por aquel grito tremendo que oísteis en casa del juez, gritando todos a una voz: Crucificadle, crucificadle, haced que yo crucifique mis pasiones, para que, junto con las Ánimas del Purgatorio, logre un día alabaros eternamente en la gloria. Amén.

Para más obligaros, os saludamos con cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

Mañana; en sufragio de las benditas Ánimas, y en satisfacción de las palabras altivas que hubiéremos dicho, besar tres veces la tierra, como signo de humillación.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA QUINTO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN
REMORDIMIENTO DE UN ÁNIMA EN EL PURGATORIO

Figúrate, católico que esto meditas, a un alma que haya llevado en este mundo una vida enteramente semejante a la tuya; que haya vivido tibia, inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como tú, sin tener horror más que al pecado mortal y al infierno. Supongamos, no obstante, que haya tenido la dicha (no sabes si tú la tendrás) de hacer una buena confesión, morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en aquel horrible fuego entre penas y tormentos tan espantosos? ¡Ay!, dos pensamientos la afligirán sobremanera.

Primer pensamiento. -Pude librarme de estas penas y no quise. Sí; ¡yo misma he encendido estas llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas atrocísimas! Dios no hace más que ejecutar la sentencia que yo en el mundo, pronuncié contra mí misma. ¡Qué medios no me había proporcionado para ahorrarme estos tormentos! Caricias, amenazas, beneficios, todo lo había agotado; gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos, libros piadosos, audios para crecimiento espiritual, padres vigilantes, celosos confesores, maestros y predicadores fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había empleado. Pero ¡qué locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por divertirme o jugar con tal compañía, por no abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas y tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y repetían; ¡mas yo no hacía caso!… ¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño, dichosos Domingos, dichosas Gertrudis, Escolásticas, y tantos otros Santos que, habiendo satisfecho a la Justicia Divina en el mundo, subisteis al cielo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía hacer lo que vosotros, pero no quise! ¡Ah locuras mundanas, ah conversaciones frívolas, ah pasatiempos, ah vanidad, y qué caro me costáis ahora! ¡Oh amarga memoria! ¡Estoy sufriendo penas y tormentos cruelísimos; y yo los he querido! ¡Podía evitarlos fácilmente, y no quise!

(Reflexiona…)

Segundo pensamiento. – que aflige, oh cristiano, al alma tibia, que vivió enteramente como tú vives. Yo querría librarme ahora del Purgatorio y no puedo. ¡Oh si pudiera yo ahora volver al mundo! dirá cada una de aquellas Ánimas, ¡con qué gusto me sepultaría en los desiertos con los Hilariones y Arsenios! Haría penitencias más espantosas que las de un Ignacio en la cueva de Manresa, que las de un Simeón Estilita y de un San Pedro de Alcántara; pasaría noches enteras en oración, como los Antonios, Basilios y Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre espinas, como los Benitos y los Franciscos; haría… ¡Ah pobres infelices Ánimas! No era necesario nada de eso; con mucho menos podíais apagar esas abrasadoras llamas, sin hacer más que lo que hacíais cada día, pero haciéndolo con perfección, evitabais estos tormentos. Sí; los mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores disposiciones; las mismas Misas, pero oídas con más recogimiento y atención; las mismas devociones, pero practicadas con más fervor; las mismas mortificaciones, ayunos y obras de misericordia, pero hechas con menos ostentación, únicamente por agradar a Dios, no sólo os hubieran librado de todas esas penas, sino también asegurado a vosotras y a muchas otras Ánimas la posesión del reino de los cielos. Ahora no os canséis, vuestros deseos son inútiles; ya no es tiempo de merecer; ya ha llegado para vosotras aquella noche intimada por San Juan, en la que nadie puede hacer obra alguna meritoria; ahora es necesario sufrir, y sufrir penas inexplicables, y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude facilísimamente evitar estos tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora, y no puedo! ¡Dichoso católico que oyes esto! Tú tienes tiempo todavía; no es aún llegada para ti aquella noche tenebrosa. ¿Y perderás días tan preciosos? ¿No tomarás la seria resolución de confesarte bien, de enmendar tu vida?

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Estaba Santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en espíritu al Purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y oyó que se quejaba amargamente de su madre, por el demasiado amor que le había tenido: “¡Ah! –Decía–,_ en vez de reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios; me impulsaba a ir a los bailes, bazares, teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba algunas devociones, pero ¿qué gusto podían dar éstas a Dios, yendo mezcladas con tanto galanteo y profanidad? No obstante, como la misericordia del Señor es tan grande, por aquellas pocas devociones que hacía, Dios, me concedió tiempo para confesarme bien y librarme del infierno. Pero ¡ay! ¡Qué penas estoy padeciendo! Si lo supieran mis amigas ¡qué vida tan distinta llevarían! La cabeza, que antes ataviaba con dijes y vanidades, está ahora ardiendo entre llamas vivísimas; la espalda y los brazos, que llevaba descubiertos, los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo; las piernas y pies, que adornaba para el baile, ahora son atormentados horriblemente; todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado, ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos”._ Contó la Santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y ésta cambió de vida en términos que, entrando en un convento de muy rigurosa observancia, procuró con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados y auxiliar a su parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.

ORACIÓN
A JESÚS AZOTADO EN LA COLUMNA

¡Oh Jesús amabilísimo! ¡Vos, desnudo y azotado por mí! ¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, despedazado por mi amor con cinco mil y más azotes! ¡Ay! ¡Qué extraño es que se paguen caros en el Purgatorio los gustos del pecado, si así pagáis Vos en vuestro purísimo cuerpo las sensualidades del mío! ¡Ay infeliz de mí! Yo soy quien he pecado; yo merecía ese castigo tan humillante y riguroso; y no obstante, lejos de mortificar mis apetitos y de castigar con penitencias una carne impura, no busco sino delicias y regalos. Mas no será así en adelante, dulcísimo Jesús. Caiga sobre mi corazón una gota de esa Sangre Preciosa y arrepentido abrazaré la mortificación, y quedaré todo encendido en vuestro Santo Amor. Y Vos, Padre celestial, ya que vuestro Hijo santísimo satisfizo sobreabundantemente a vuestra divina Justicia, perdonad mis culpas, usad de clemencia con las benditas Ánimas del Purgatorio, aceptad en sufragio de ellas todo cuanto yo sufriere en este día, aceptad la cruel flagelación de Jesús y los dolores de su Madre Santísima. Amén.

Para más obligaros, diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

Mañana NO comer fuera de las horas acostumbradas, o hacer alguna mortificación corporal en sufragio de las benditas Ánimas del Purgatorio.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA SEXTO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN
PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS BENDITAS ÁNIMAS

Punto Primero. – Es verdad que las Ánimas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito, pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, le aman con purísimo amor y desean ardentísimamente poseerle, pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las castiga. ¡Oh!, ¡y con cuánta más resignación que los hermanos de José, exclaman: Mérito hœc patimur! ¡Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues cuando pecamos no temimos vuestro poder y justicia, frustramos los designios de vuestro amor y sabiduría, despreciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos vuestras perfecciones infinitas! Justo es que seamos castigadas. Hombres sin conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores; el Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le interpretó un sueño misterioso. Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleados de la Persia, porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y leones y otras fieras indómitas, agradecidas defendieron a sus bienhechores; y nosotras, creadas a vuestra imagen, redimidas con vuestra Sangre, honradas con bienes de fortuna y exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratas ¡ay! os abandonamos en vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por terribles que sean nuestras penas, bendeciremos y ensalzaremos vuestra justicia y misericordia infinita! Justus es, Domine, et rectum judicium tuum.
Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que sea, que si Dios abriera a esas Ánimas las puertas del cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están, sino que suplicarían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. No de otra forma que una doncella escogida por esposa de un gran monarca, si el día de las bodas apareciese una llaga asquerosa en su rostro, no se atrevería a presentarse en la Corte, y suplicaría al Rey que pospusiese las bodas hasta que estuviera perfectamente curada. ¡Oh pecado! por leve que parezcas, ¡qué mal eres tan grave, cuando las mismas Ánimas preferirían los horrores del Purgatorio a entrar en el cielo con la menor sombra de tu mancha!

(Reflexiona…)

Punto Segundo.¨ – Mira, católico, si puede darse locura mayor que la tuya… Te reconoces deudor a la Justicia divina de horribles penas por los pecados enormes que cometiste en la vida pasada, y por las innumerables faltas en que, al presente, caes todos los días; que no basta confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no perdonando toda la pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este o en el otro mundo; y no obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías expiar tus culpas fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien hecha, una Misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría ahorrarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas, todo lo dejas para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por ventura, cuán horribles son y por cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes que, según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables, varias de aquellas Ánimas han estado siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el juicio final?
¡Insensato! Las Ánimas, dice San Cirilo de Jerusalén; mejor querrían sufrir hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola hora en el Purgatorio; y tú quieres más arder siglos enteros en el Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo momento. ¡Oh espantosa locura!

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Había en Bolonia una viuda noble, que tenía un hijo único y muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes, pasó un forastero y les interrumpió el juego. Reprendióle ásperamente el hijo de la viuda, y resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho, y dejándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal ensangrentado en la mano y se metió en la primera casa que encontró abierta. Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase; y ella, que era precisamente la madre del joven asesinado, lo escondió en efecto. Entre tanto llegó la justicia buscando al asesino; y no hallándole allí, “sin duda –dijo uno de los que le buscaban– no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”. Poco faltó, para que muriese la madre de sentimiento al oír estás palabras. Pero luego, cobrando ánimo y conformándose con la Divina Voluntad, no sólo perdonó al que había matado a su único y estimado hijo, sino que le entregó todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud; y después lo adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fue a Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena señora haciendo oración por el alma del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjugad, madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he salvado. Muchos años tenía que estar en el Purgatorio, pero vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo bien al que me quitó la vida. Más os debo por haberme librado de tan terribles penas, que por haberme dado la vida. Os doy las gracias por uno y otro favor; adiós, madre mía, adiós; me voy al cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.

ORACIÓN
A JESÚS CORONADO DE ESPINAS

¡Oh amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores se coronan de rosas, los reyes de la tierra se ciñen coronas de diamantes y perlas, y Vos, Rey inmortal de los siglos estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡Si esa vuestra corona se clavase en mi cabeza, para arrancar de una vez mi soberbia y malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si a lo menos una de esas espinas atravesara mi conciencia y no me dejara reposar hasta que hubiese cambiado de vida! Señor, no quiero ya más coronarme de flores en este mundo, sino de espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre misericordiosísimo, aceptad, en sufragio de las pobres Ánimas del Purgatorio, aquellas ofensas, humillaciones y dolores cruelísimos que sufrió vuestro amable Hijo cuando le coronaron de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que recibía, por aquellos escarnios con que le ultrajaban, por aquella sangre que corría de su cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos golpes que sobre las espinas le daban, por aquel dolor que atravesó el corazón de su angustiadísima Madre, aliviad, os suplico, a las afligidas Ánimas del Purgatorio y concededles pronto la corona incorruptible de la gloria.

Y para alcanzar de Vos esta gracia diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.

OBSEQUIO

En sufragio de las Ánimas del Purgatorio, aplicar los cien días de indulgencia que se pueden ganar, cada vez, diciendo devotamente: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA SÉPTIMO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN
DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Punto Primero. – ¡Pobres Ánimas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables; no pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, ingratos, no cuidan de ellas! Tienen en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallan una oficiosa Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio; mas no encuentran un Samaritano, u otra persona compasiva que las consuele. ¡Pobres Ánimas! ¡Qué tormento tan grande será para vosotras este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviaros y libertaros del Purgatorio; bastaría una MISA, una COMUNIÓN, un VÍA CRUCIS, una indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecérosla!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Ah! son vuestros mismos parientes y amigos, vuestros herederos, vuestros hijos mismos…Ellos se alimentan y recrean con los bienes que les dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya de vosotras. Tal vez por haberlos estimado y complacido demasiado, por haberlos enriquecido con usuras y otros modos ilícitos, ardéis en esas llamas; y los ingratos se divierten ahora, sin compadecerse ni acordarse de vuestras penas… ¡Pobres Ánimas! Con mucha más razón que David podéis decir: si un extraño que no hubiese jamás recibido ningún favor de mi mano, si un enemigo me tratara así, por sensible que me fuera, podría soportarlo con paciencia; ¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos beneficios, y te sustentas y regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía, por quien pasé tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes favores; que tú me trates así, que descuidando los sufragios que tanto te encargué, me dejes en este fuego, sin querer socorrerme! ¡Ah! ¡Ésta sí que es ingratitud y crueldad superior a toda ponderación!

(Reflexiona…)

Punto Segundo. – ¡Pobres Ánimas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las socorremos. Acuérdate, gritan los difuntos, de cómo yo he sido yo juzgado, porque así mismo lo serás tú. A mí ayer; a ti hoy. Tú, también serás del número de los difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿Qué sacarás de este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡Qué consuelo! Si malas, ¡Qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo. ¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas Ánimas, duros e insensibles serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita que nos dice por San Mateo: “Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos”. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las Ánimas de nuestros prójimos, se portarán los mortales también con nosotros; y ¡Ay de aquel que no hubiese usado de misericordia, porque le espera, dice el Apóstol Santiago; un juicio sin misericordia! ¿Y no tiemblas tú, heredero y testamentario, insensible para con los difuntos? Si lleno de indignación el Juez supremo arroja al infierno al que niega la limosna a un pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado; ¿Con cuánta justicia y rigor condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que le pertenecían?

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Derrotado por Cayano el ejército de Mauricio, y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al Emperador una moneda, y no de muy grande valor, por el rescate de cada prisionero. Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor; y habiéndosela también rehusado, exigió por último una ínfima cantidad; la que no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza a todos los soldados imperiales que tenía en su poder. Pero ¿Qué sucedió? Pocos días después Mauricio tuvo una espantosa visión: Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra él. Oyendo el Juez supremo tan justas quejas, se volvió a Mauricio y le preguntó: “¿Dónde quieres más ser castigado: en ésta, o en la otra vida?” “¡Oh! benignísimo Señor –respondió el prudente emperador–, prefiero ser castigado en este mundo”. “Pues bien –dijo el Juez–, en pena de tu crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco precio, uno de tus soldados te quitará la corona, fama y vida acabando con toda tu familia”. En efecto, pocos días después se le insurreccionó el ejército, proclamando a Focas por emperador. Mauricio, fugitivo, se embarcó en una pequeña nave con algunos pocos que le seguían; pero en vano; furiosas las olas lo arrojaron a la playa, y llegando los partidarios de Focas, le ataron a él y cuantos le seguían y los llevaron a Eutropia, en donde, ¡oh padre infeliz! después de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no pasó mucho tiempo sin que el resto de su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah! católicos que oís esto: no son unos pobres soldados, son vuestros propios hermanos y vuestros propios padres los que han caído prisioneros de la Justicia Divina. Este Dios misericordioso pide por su rescate una muy pequeña moneda; de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. ¿Qué moneda es esta? Una buena comunión, una buena confesión, una Santa Misa, novenarios, limosnas… ¿Y seréis tan duros que se la neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las Ánimas y a vuestros propios intereses?

ORACIÓN A JESÚS LLEVANDO LA CRUZ A CUESTAS

¡Oh dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá sido a tu corazón mi olvido e indiferencia para con las Ánimas del Purgatorio, pues tanto las amas, por una parte, y por otra eres tan caritativo, que cuando subías a la montaña del Calvario olvidaste tu dolor cruelísimo para consolar a aquellas piadosas mujeres que lloraban tu suerte! Aplaque, pues, ¡oh Padre celestial, tu ira, la caridad inmensa de tu Hijo Santísimo! Acepta esos dolorosos pasos que da, oprimido con el enorme peso de la cruz; acepta esas tres lastimosas caídas, junto con los escarnios y golpes cruelísimos que recibe, y con el sudor y sangre que derrama por nuestro amor. Yo te lo ofrezco todo, en remisión de mi poca paciencia en los trabajos y en sufragio de las pobres Ánimas del Purgatorio. ¡Ah! ¡Sí! compadécete de sus lágrimas; enjúgalas, ¡oh Padre clementísimo! Y haz que dichosas participen cuanto antes de la gloria de tu rostro Divino en la patria celestial. Amén.

Digamos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri para alcanzar del Señor esta gracia.

OBSEQUIO

El mayor sufragio que reclaman las Benditas Ánimas, el más necesario para nosotros y el más grato a Dios es hacer una buena confesión, sin callar pecado alguno al confesor.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA OCTAVO

PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal de la santa cruz, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! Alcance yo, Jesús mío. La dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

MEDITACIÓN
CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A LOS DEVOTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS

Punto Primero. – Supongamos, tú católico piadoso, que movido por estas meditaciones, haces una sincera y dolorosa confesión, y ganando la indulgencia plenaria de este santo Novenario, sacas un Ánima de la terrible prisión del Purgatorio. ¡Ah! ¡Y Qué grande será tu dicha! Si perseveras, ¡Qué galardón tan grande recibirás en el cielo! Si los reyes de la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con tanta munificencia al que libra a uno de sus vasallos de un gran peligro, o expone su vida sirviendo generosamente a los apestados, ¿Cómo pensáis vosotros que premiará el Señor al que libre a una o más Ánimas de las abrasadoras llamas del Purgatorio? Decid, padres y madres: si aquel hijo, que es la niña de vuestros ojos, cayese en un río o en el fuego y un hombre generoso os le sacara y presentara vivo, ¿Cómo se lo agradeceríais? Si vosotros fueseis ricos y potentados, y él pobre, ¿Cómo le premiaríais? Ahora bien: ¿qué tiene que ver el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa a aquellas Ánimas, que son sus hijas y esposas muy amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de este mundo, comparados con las espantosas penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación hay entre el poder y la generosidad de un miserable mortal y el poder y la generosidad infinita de Dios, que promete un inmenso premio de gloria por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua a un pobre por su amor? ¡Ah, católico! Yo, no dudo en decir que miro como asegurada tu salvación, si logras sacar a una sola Ánima del Purgatorio. ¿Y no harás lo posible para lograrlo?

(Reflexiona…)

Punto Segundo. – No pienses, alma católica, que ésta es una reflexión piadosa; es una promesa formal de Jesucristo, verdad eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos dice en el sagrado Evangelio: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”? Fundado en estas palabras infalibles, hasta ahora, dice el Padre San Gregorio: “Yo no sé que se haya condenado ninguno que haya usado de misericordia con el prójimo”.
¡Ah! ¡Sí! Dios quiere mucho a las Ánimas; todo cuanto se hace por ellas lo mira, agradece y premia como si a Él mismo se le hiciera: “En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo”. ¡Ah! dichosos católicos; si socorréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid –os dirá un día nuestro generosísimo Juez–; venid, benditos de mi Padre celestial. Aquellas pobres Ánimas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis alimentado con el pan de vida de mi Sacratísimo Cuerpo; morían de sed, y oyendo o haciendo celebrar Misas les habéis dado a beber mi Sangre Preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras oraciones y sufragios las habéis vestido con una estola de inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado de ella.
Y no es precisamente a las Ánimas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: Mihi fecistis: pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo hubieseis hecho para Mí mismo. Por lo tanto, “venid, benditos de mi Padre celestial, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el cielo”. ¿Y no querríais, alma católica, lograr tanta dicha? Pues en vuestra mano está.

(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).

EJEMPLO

Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no logró más que unas monedas.
Entró desconsolada en una iglesia, y encomendándose a Dios, sintió una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y puso toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvió a su casa, cuando encontró a un venerable anciano, que llegándose a ella le dijo: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explicó sus trabajos y miserias. El anciano, consolándola, le entregó una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Éste abrió la carta, y ¿Cuál fue su sorpresa, cuando vio la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? “¿Quién os ha dado esta carta?” “No lo conozco –respondió la mujer–, pero era un anciano, muy parecido a aquel retrato; sólo que tenía la cara más alegre”. Leyó de nuevo la carta, y observó que le dice: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esta pobre mujer. Con mayor razón la encomiendo a tu piedad y agradecimiento; dale una buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos –dijo a la afligida mujer–, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”. En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron siempre, de allí en adelante, cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.

ORACIÓN A JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ

¿De qué trabajos puedo quejarme, oh Jesús dulcísimo, cuando os contemplo clavado en la cruz, desamparado de vuestro Padre celestial, padeciendo la más cruel sed y agonía por mi amor? ¿Cómo no esperaré cuando por todas esas llagas abiertas, como por otras tantas bocas o volcanes de amor, pedís misericordia y perdón? Sí; aliéntate, pecador; pronto está Dios a borrar culpas pasadas; alentaos también vosotras, Ánimas benditas del Purgatorio; ya se acerca la hora de vuestro rescate y de vuestra libertad. Mañana, con las comuniones que se os ofrecerán, será el dichoso día de vuestra redención. ¡Oh! haced que así sea, dulcísimo Jesús, moved el corazón de estos fieles para que no nieguen este sufragio a las Ánimas, apagad la sed ardentísima que esas Ánimas tienen de veros, de gozaros, de reinar con Vos y bendeciros por siglos infinitos. Amén.

Diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri para alcanzar esta gracia del Señor.

OBSEQUIO

Hacer una limosna en sufragio de las Ánimas del Purgatorio.

ORACIÓN A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante [diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.