Exorcismos menores
Exorcismo contra Satanás y los ángeles rebeldes

Publicado por orden de León XIII (1878-1903)
(Ritual Romano, tít. XI, cap. 3)

SanMiguelArcangel

El siguiente exorcismo lo recita el sacerdote exorcista o el que ha sido delegado por el obispo con las condiciones debidas.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Salmo 67

¡Álcese Dios, que sus enemigos se dispersen, huyan ante su faz los que le odian!
Cual se disipa el humo, los disipas; como la cera se derrite al fuego, así perecen los impíos ante Dios.

Salmo 34

Juzga, oh Señor, a los que me perjudican. Vence a los que pelean contra mí. Sean confundidos y avergonzados los que atentan contra mi vida, retrocedan y sean confundidos los que maquinan males contra mí, sean como el polvo al soplo del viento y acorrálelos el ángel del Señor, conviértanse en tinieblas y en un resbaladero su camino. Y persígalos el ángel del Señor. Porque sin causa escondieron su lazo para mi muerte y ultrajaron sin necesidad mi alma. Caigan en un lazo imprevisto. Que la trampa que escondieron los aprehenda y caigan en su mismo lazo. Mi alma, empero, exultará en el Señor. Y se deleitará en su salvación.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Así sea.

Súplica a san Miguel Arcángel

Oh príncipe gloriosísimo de los ejércitos celestiales, san Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y el combate que tenemos “contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires” (Efesios 6, 10-12). Ven en auxilio de los hombres, a los que “Dios creó inmortales y los hizo a su imagen y semejanza” (Sabiduría 2, 23-24) y los “rescató a gran precio de la tiranía del demonio” (1 Corintios 6, 20). Combate hoy con el ejército de los bienaventurados, ángeles, las batallas del Señor, como peleaste antaño contra Lucifer, el caudillo de la soberbia, y contra sus ángeles apostatas; “y no prevalecieron, y no se halló más su lugar en el cielo”, sino “fue precipitado aquel gran dragón, la antigua serpiente, que se llama diablo y Satanás, que seduce al universo entero; y fue precipitado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12, 8-9). He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha levantado con vehemencia. Transfigurado en ángel de luz, con toda la caterva de espíritus malígnos que acosa e invade a toda la extensión de la tierra, para borrar de ella el nombre de Dios y de Jesucristo y para arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, matándolas y haciéndolas perecer en la muerte sempiterna. En los hombres depravados de mente y corruptos de corazón, el dragón maléfico los contamina, como un río inmundísimo, con el virus de su maldad: a través del espíritu de mentira, impiedad y blasfemia, el hálito mortífero de la lujuria y de todos los vicios e iniquidades.

–Enemigos muy astutos llenaron de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y la embriagaron con ajenjo; enviaron manos impías sobre todo lo que ello tiene de deseable. Allí donde la sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la verdad fueron instituidas para luz de las naciones, allí han colocado el trono de abominación y de impiedad; a fin de que, herido el pastor, puedan aniquilar también el rebaño–. Oh caudillo, entre todos invencible, asiste al pueblo de Dios contra las maldades de los espíritus invasores y dale la victoria.

La Santa Iglesia te venera como su guardián y patrono; se gloría de ti como defensor contra las abominables potestades terrestres e infernales. A ti confió el Señor llevar las almas de los redimidos para colocarlas en el sitio de la felicidad celestial. Ruega, pues, al Dios de paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, quitándole todo el poder para retener cautivos a los hombres y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones ante la presencia del Altísimo para que “se nos anticipen las misericordias del Señor” (Salmo 78, 8) y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y lo envíes encadenado al infierno, “para que no seduzca más a las naciones” (Apocalipsis 20, 3). Por ello, confiados en tu protección y tutela, por la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, confiando con seguridad en el nombre de Jesucristo, Nuestro Dios y Señor, procedemos a repeler los ataques de la astucia diabólica.

V. He aquí la cruz del Señor, huid, facciones enemigas.
R. El león de la tribu de Judá, la raíz de David, ha triunfado.
V. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
R. Así como esperamos de Ti.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y que mi aclamación llegue hasta Ti.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Oremos

Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo nombre y, suplicantes, pedimos con insistencia tu clemencia, para que, por intercesión de la inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios, de san Miguel Arcángel, de san José, castísimo esposo de la misma bienaventurada Virgen, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, te dignes auxiliarnos contra Satanás y todos los otros espíritus inmundos, que vagan por todas partes del mundo, para dañar al género humano y destruir las almas. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

Exorcismo

Te exorcizamos, oh cualquier clase de espíritu inmundo, cualquier clase de potestad satánica, cualquier clase de incursión del infernal enemigo, cualquier clase de legión, cualquier clase de congregación y secta diabólica, para que, por el nombre y poder de Jesucristo (+), nuestro Señor, seas extirpado y ahuyentado por la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la Preciosa Sangre del Cordero divino (+). Oh astutísima serpiente, ya no oses más engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios y sacudir y cribar como al trigo a los elegidos de Dios (+). Te lo manda el Dios Altísimo (+), de quien en tu gran soberbia aún pretendes ser semejante; “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y conozcan la verdad” (1 Timoteo 2,4). Te lo manda Dios Padre (+). Te lo manda Dios Hijo (+). Te lo manda Dios Espíritu Santo (+). Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo Eterno de Dios hecho carne (+), el cual, para la salvación de nuestro linaje, destruido por tu envidia, “se humilló a sí mismo y fue obediente hasta la muerte” (Filipenses 2, 8); quien edificó su iglesia sobre una firme piedra, prometiendo que las puertas del infierno no prevalecerán jamás contra ella y que estará con ella “todos los días hasta la consumación de los siglos” (Mateo 28, 20). Te lo manda el sacramento de la Cruz (+) y la virtud de todos los misterios de la fe cristiana (+). Te lo manda la Virgen María (+), Madre de Dios, la cual, desde el primer instante de su Inmaculada Concepción, aplastó con su humildad tu muy soberbia cabeza. Te lo manda la fe de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los demás apóstoles (+).

Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los santos y santas (+). Así pues, dragón maldito y cualquier clase de legión diabólica, te conjuramos por el Dios (+) vivo, por el Dios (+) verdadero, por el Dios (+) santo, por Dios, quien “así… amó al mundo hasta dar su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16). Cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de brindarles el veneno de la condenación eterna; deja de dañar a la Iglesia y de poner trampas a su libertad. Vete, Satanás, inventor y maestro de todo engaño, enemigo de la salvación de los hombres. Cede el lugar a Cristo, en quien nada encontraste de tus obras; cede el lugar a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, que Cristo mismo adquirió con su sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios, comienza a temblar y huye ante nuestra invocación del santo y temible nombre de Jesús, ante el cual tiemblan los infiernos, a quien están sometidas las virtudes de los cielos, las potestades y dominaciones; a quien los querubines y serafines, con infatigables voces, alaban diciendo: ¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos!
(Se pueden tocar las campanillas tres veces).

V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tú espíritu.

Oremos

Dios del cielo y de la tierra, Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles, Dios de los patriarcas, Dios de los profetas, Dios de los apóstoles, Dios de los mártires, Dios de los confesores, Dios de las vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios delante de Ti ni puede haber otro sino Tú mismo, creador de todas las cosas visibles e invisibles, cuyo reino no tendrá fin, humildemente suplicamos a la majestad de tu gloria que te dignes librarnos eficazmente y guardarnos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

V. De las insidias del demonio.
R. Líbranos Señor.
V. Para que hagas que tu Iglesia te sirva con seguridad y libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
V. Que te dignes humillar a los enemigos de la santa Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.
(Se rocía con agua bendita el lugar donde se recita el exorcismo).